lunes, 11 de noviembre de 2013



¿Qué leen los alumnos durante el movimiento magisterial?

Por Luis Gerardo Martínez García

 

Tal vez algunos se atrevan a decir que, mientras los maestros andan en marchas y paros, los alumnos están en su casa leyendo sus libros de texto gratuitos. Pero no es así; además de contenido pobre y diseño editorial pésimo, están sus páginas plagadas de errores. El contenido se reduce a instrucciones para lograr lo que llaman aprendizajes esperados; el diseño editorial no agrada visualmente ni aporta a la educación de los alumnos mensaje alguno. En ese sentido los alumnos ven otras opciones.

 

Más allá de eso, los alumnos están leyendo su realidad a partir de sus saberes. Una realidad caótica, conflictuada y hasta indefinida que le genera más dudas que certezas está presente en ellos. Leen los diferentes mensajes que se tejen con lenguajes acordes a los intereses individuales y colectivos. Leen también la diversidad de escenarios. Leen entre líneas los contextos a partir de sus referentes discursivos, porque la escuela le enseñó a leer los libros, pero también a participar como entes pensantes y participativos insertos en un mundo definido por sus colectividades... les enseñó a leer realidades.

 

Las ventanas de la escuela les han permitido ver a los alumnos varios ángulos de esta realidad (movimiento magisterial-social) que les tocó vivenciar. Subidos en sus pupitres alcanzan a leer las utopías de sus maestros, esos soñadores que luchan por una escuela que se les va de las manos para convertirse en negocio; esos maestros que tienen que ir allá, a donde se hagan notar porque estando en sus aulas son invisibles. Leen en sus rostros la desesperanza que sembró el burócrata cuando quiso robarle vida a esa entidad que ha estado en la ciudad, en la comunidad, sobreviviendo gracias a la gente. Leen en la mirada la rebelión del que piensa y reflexiona desde su filosofía en defensa de una causa común. Leen que la dignidad de sus maestros es inquebrantable, y que juntos la fortalecerán porque así crece la de ellos, la de sus padres y la de su comunidad.

 

Los alumnos leen las actuaciones de un gobierno autoritario que impone, que reprime, que subyuga; la represión del gobernante que no sabe escuchar, mucho menos dialogar. Las lecturas las hace también de la televisión, esa que no ha tenido la capacidad de dar apertura a la cultura, ni a la ciencia, ni a la participación, ni a la crítica. Hacen sus lecturas a los mensajes que mandan los partidos políticos y los sindicatos magisteriales, esos que viven en absoluto desprestigio y en confortable incomodidad social. También saben leer los silencios y los dobles discursos; muchos optan por los primeros para no perder, otros van más por los segundos, pues el doble discurso desprestigia pero no desbanca.

 

Saben leer a sus padres y leerse a sí mismo. Leen la sumisión pero también la insurgencia. Porque sus referentes han estado en las letras de esos Octavios, Sor Juanas, Rosarios, Carlos, Josés, Juanes, Franciscos o Marios que llegaron a sus aulas en novelas, cuentos, fábulas, poesías, canciones y adivinanzas (o hasta en noticias). Desde ellos también los alumnos pueden hacer lecturas variadas de los contextos y sus realidades. Porque las lecturas no son para memorizarse, son para pensarse.

 

Los alumnos saben leer que sus maestros fueron los únicos que los consideraron en esa defensa por la educación pública. Ellos se sintieron incluidos porque se saben esencia y sustancia de esa escuela que, sin falsos nacionalismos, quiere preservar sus tradiciones, construir sus saberes, cuidar su entorno, formar su idiosincracia, participar en sus leyes, valorar sus creencias; pero sobre todo, humanizar su clase política y conscienciar sus maestros y ciudadanizar su gente. Los alumnos se sienten, a partir de sus lecturas, parte del movimiento social de los maestros; saben que el movimiento se lee y se piensa.

 

 

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