jueves, 19 de septiembre de 2013

La CNTE, una lucha con resultados
Manuel Pérez Rocha

La lucha sigue. Los maestros de la CNTE valoran sus logros, han reafirmado el sentido de sus empeños de más de 30 años, y tienen claro que no han sido inútiles ni les falta justificación ¿Quién puede negar hoy que sus batallas han sido y son necesarias y valerosas respuestas a la antidemocracia y corrupción impuesta en el SNTE por los gobiernos de PRI y PAN? Entre sus logros no está la defenestración de Gordillo, ésta obedeció a la pugna interna de la mafia que controla a este país por encargo de la plutocracia que lo explota. Pero ¿cómo ignorar las valiosas lecciones que nos dan los maestros de la CNTE, ilustradas tan sabiamente por Bernardo Bátiz en estas páginas el pasado sábado 14? ¿Cómo ignorar el despertar de la conciencia de miles de maestros en todo el país que reclaman una verdadera reforma educativa y el respeto a sus derechos laborales básicos?

Entre los logros de la férrea resistencia de la CNTE deberá reconocerse también la cancelación de algunas de las aberraciones pedagógicas y políticas de los gobiernos recientes, entre ellas el Acuerdo por la Calidad Educativa firmado por Gordillo y el gobierno panista, la prueba Enlace, la evaluación universal de los maestros y la Carrera Magisterial, todas ellas hoy reprobadas incluso por el nuevo gobierno, que a los maestros les significaron despidos y otros castigos, y han generado un perjuicio incalculable a la educación de los niños y jóvenes mexicanos (¡tan defendidos por Televisa!); y también está entre sus logros la eliminación de algunas de las absurdas pretensiones draconianas iniciales de las actuales reformas legales. De todos estos estropicios, los gobernantes y los medios a su servicio nada dicen, en cambio satanizan a quienes los han denunciado y combatido.

La lucha sigue porque hay cuestiones con las cuales no se puede transigir, no es asunto de negociar (que es a lo que los políticos corruptos están acostumbrados), no se está pidiendo una prebenda o un beneficio personal o de grupo. Se demanda la derogación de las atropelladas reformas a la Constitución, porque son la base para cancelar derechos laborales básicos de los que dependen la sobrevivencia de cientos de miles de familias y la educación de generaciones enteras. La Ley General del Servicio Profesional Docente (LGSPD), declarada como el corazón de la reforma educativa por el propio gobierno, es una nueva aberración. Lejos de conformar la base de la profesionalización de los maestros, consolida a éstos como empleados (doblegados, según la etimología de esta palabra) de un monstruoso aparato burocrático que desconfía de ellos y los mantiene en permanente y amenazadora vigilancia a través de directores, jefes, inspectores y supervisores, a los cuales ahora se sumarán tutores y evaluadores.

Simplismo, descuido e incoherencia son otros graves defectos que caracterizan a la solución que los actuales gobernantes, asesorados por la OCDE e instigados por Televisa, quieren dar al grave y complejo problema educativo de esta era; hace ya 35 años, Philip Coombs (desde la Unesco, institución cultural ahora eclipsada por la OCDE, cuyo interés son los negocios) advirtió la crisis mundial de la educación. Ejemplo de incoherencia: quienes elaboraron la recién aprobada LGSPD oyeron la insistente demanda de que los maestros trabajen de forma colegiada y que la escuela se constituya en una comunidad de aprendizaje; bien, pues incluyeron en esa ley una declaración al respecto, faltaba más. Pero toda la ley la contradice e impone una fórmula organizacional y administrativa vertical que incluso en el mundo empresarial avanzado ha sido superada hace muchos años.

El maestro Armando Peraza, de la Universidad Pedagógica Nacional, lo expresa en estos términos: La evaluación de los maestros no es la solución, ni siquiera se acerca a ella. Desde la visión de las ciencias de la organización, la calidad pasa por el trabajo en equipo. Estas ciencias destacan la necesidad de impulsar sinergias mediante la creación de condiciones que propicien la consolidación de equipos autogestivos en las escuelas que periódicamente se recompongan para obtener un mejor rendimiento y productividad, generándole amplios beneficios a la organización. El problema educativo requiere una reforma organizacional, no una reforma punitiva como la planteada, que sólo ataca el síntoma y no la enfermedad.

Si los reformadores de nuestro sistema educativo quisieran informarse de lo que están hablando, podrían asomarse, por ejemplo, a los proyectos de comunidades de aprendizaje que en la propia SEP ha elaborado e impulsado, con gran éxito, Gabriel Cámara, doctor en educación por la Universidad de Harvard y asesor de dicha secretaría. Hace unas semanas, en una entrevista que le hizo La Jornada, el doctor Cámara se refirió así respecto de la actual reforma educativa: “Su pobreza se ve en que se centra en la evaluación. Es una reforma superficial. En el terreno laboral se busca tener más control. Se podrán quitar algunos excesos del sistema, como la venta de plazas, pero centrar el cambio en la evaluación está mal. Estados Unidos, de donde copiamos estos modelos, está abandonando la evaluación estandarizada y los modelos de privatización de la educación, como la escuela chárter. Se comprobó que no son mejores que las públicas, pero nosotros vamos con retraso, aún lo queremos imitar. Ese es el riesgo”.

Los propios maestros de la CNTE han elaborado e impulsado varios proyectos pedagógicos en Oaxaca, en Michoacán, en Guerrero, a los que me he referido en este espacio, con resultados valiosos, que logran a la vez enriquecer la educación y propiciar el desarrollo profesional del magisterio. Estos esfuerzos han sido ignorados por los autores e impulsores de las reformas actuales. ¿Cómo es posible que en vez de discutir estas cuestiones, el gobierno acuda a los robocops y sus toletes? Es claro que, en vez de escuchar a los maestros, obedece al belicoso presidente de Mexicanos Primero (Televisa), quien con actitud provocadora advirtió: Si no hay turbulencias quiere decir que no estamos haciendo lo suficiente.

La lucha de la CNTE sigue, sus demandas son legítimas, son necesarias, sus resultados son efectivos. (La Jornada)